lunes, 8 de junio de 2009

Análisis antropológico





Análisis antropológico: “La ratoncita niña y otros cuentos”

Esta selección de cuentos de León Tolstoi están inspirados y estructurados fundamentalmente en los ideales de un conglomerado humano muy importante, pero que pocas personas lo han considerado así; son estos “la gente del campo”, cuyo nombre no es lo más reconocido ni las personas lo mejor bien parecidas, según lo cuenta la historia; los cuentos tienen mucho contenido acerca de todo lo bueno que la gente campesina tiene para dar a la comunidad: su trabajo, su humildad, su caridad, su emprendimiento, sus ideales, su amor por la naturaleza, por los animales, por las demás personas.

La ideología de León Tolstoi apuntaba ciertamente a la ayuda de las personas del campo, que él en su libro llama “Mujic”, y la conservación de la vida humana como ser, es decir en cuanto a la integralidad de la persona, dejando todo su ser al servicio de la comunidad; como bien lo indica su frase: “No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás”, ayudar a las personas, en este caso a los campesinos que son los más rezagados debido a las desigualdades sociales, es una labor que implica no solo colaboración de todos, sino también que permite que se pueda habitar el mundo en plena convivencia; el autor entonces convierte esta ideología en su principal preocupación haciendo todo lo posible y necesario para llevar a cabo diferentes propuestas que favorezcan significativamente la vida de estas personas.

La población campesina de las épocas pasadas y de las contemporáneas, en contraste con las comunidades urbanas, que para muchos superiores, reflejan una clara desigualdad y diferenciación social, debido a la clase, el “nivel intelectual”, económico, etc.; se realizan clasificaciones claramente marcadas haciéndose uso de constantes discriminaciones y atropellos contra las personas, sabiendo que absolutamente todas los sujetos tienen habilidades y capacidades que no por ser diferentes se hagan menos merecedoras con relación a las demás; además tienen innumerables ideales por los cuales fundamentan su vida y le dan sentido a esta; pues cada persona tiene su camino trazado, no importa si es rica o pobre, si es grande o pequeña, si es blanca o negra, si es religioso o ateo, y es éste el que siguen, en el que se sumergen y del que nadie se puede librar.

De esta manera se puede ver que todas las personas ante el destino somos las mismas y no tenemos diferenciación alguna por la que debamos juzgar o ser juzgados, simplemente cada persona es, porque así debe ser y debe seguir su camino, el cual realmente ya está predestinado, haciendo lo posible porque dicho camino sea agradable tanto para la armonía consigo mismo como para la convivencia diaria con todos aquellos que los rodean.

Fácilmente unas personas se sienten superiores a otras sin más ni más, poniendo como súbditos a cuantas personas desea, pues al considerarse superior, cree que tiene el poder, y es ahí donde comienza el juego de poderíos, donde vence y reina el que pase por encima de la otra persona más veces o las que sea necesarias para sentirse el “mejor”, o simplemente para manejar a su gusto todo aquello que le convenga, pues es de la única forma que puede mantener el poder y de esta manera llegar a hacer todo lo que quiera sin necesidad de que nadie le reproche o le contradiga sus pensamientos o actos.

Se cree entonces que ésta es la forma más adecuada de adquirir el poder frente a las otras personas, pero lo realmente cierto es que aquel que pueda combinar la inteligencia, la sensibilidad y el aspecto moral en una integralidad, como una unidad que forma y permite el desenvolvimiento de la persona como ser, llegará entonces a obtener el poder; en la actualidad no tiene el poder el que más grite o el que más dinero tenga, sino el que sea capaz de combinar diferentes aspectos y pueda de esta manera asumir un papel importante en la sociedad desde el ser el saber y el tener.

Se debe esclarecer de igual manera que la diferenciación y clasificación entre comunidades o grupos poblacionales, grandes o pequeños, no solo se da entre campesinos y citadinos, y ni siquiera solo en este marco de categorías; asemejamos claramente esta clasificación en el contexto escolar, pues siempre se están clasificando los alumnos en “buenos” o “malos”, siguiendo con una estructura de orden que quiere resaltar ante todo la perfección de todas las personas, considerándose aquella “perfección”, como el atender cabalmente a todas las demandas que todos los que están alrededor exigen.

La persona que más se acomoda a dichas características es aquella que tiene el poder, o más bien, parte de este, frente al profesor, que al fin de cuentas es el actor con más autoridad en el aula de clase, y quien pude catalogar y clasificar a los alumnos a su parecer o al aparecer de las exigencias de la institución, como apto para determinados aspectos y por ende superior a muchos de sus compañeros.

El maestro es el que controla toda la organización, estructuración y actividad en el aula de clase, por lo que los alumnos, deben en todos los casos cumplir con los deseos del maestro, para que de esta manera, se pueda hacer más agradable el ambiente en el aula, creando así, más que estudiantes que diseñen y ejecuten sus propios planes de vida, estudiantes que se conviertan en “modelos” siendo la fiel imagen de lo que las instituciones buscan en el hombre: un estudiante que escucha en clase y no causa desorden, y uno que cumple con todos sus compromisos escolares, no importando cómo; es por esto que se afirma, que tiene el poder, aquel alumno, que en todo momento cumple con todos los requerimientos de la institución, creando una buena impresión de él y evitando una mala imagen, dando pie a que se considere uno de los estudiantes más “íntegros” y más reconocidos.

En la actualidad el maestro ya no controla sus estudiantes y el aula de clase en general, sólo ejerciendo el poder desde esa perspectiva, sino también desde lo que sabe y desde lo que es, pues que más ejemplo de enseñanza y de aprendizaje que las vivencias del maestro, quien forma y capta la atención de sus alumnos, según la perspectiva que estos tengan de él y de lo que les brinda en cuanto a aprendizajes significativos, no solo es el que más grite ni el que más sobresalga sobre los demás, sino la manera en cómo el alumno ve el aprendizaje como un camino para llegar al conocimiento y pueda así contextualizar lo aprendido y obtener entonces cierto poder frente a sus ideales y metas trazadas y por cumplir.

De acuerdo con esta forma de pensamiento, lo que busca la escuela siempre es formar personas para la vida, pero siempre con una filosofía de perfección: “lo mejor es que.........” “esta es la mejor forma de llegar a…..”; siempre queriendo llegar al dominio de todo, lo intelectual, lo económico, lo personal, etc.; y esto en cierta medida no es malo, solo adquiere esta característica, cuando los medios para llegar a esta condición y la mentalidad frente a esto se convierte en un monstruo que poco a poco acaba con nuestro ser bondadoso y caritativo, que busca, solo el progreso propio, y no el progreso de toda la sociedad, en lugar de propender por el logro de una sociedad donde todas las personas actúen como una sola comunidad, en la que hay igualdad de oportunidades y espacios libres de formación, siguiendo de esta manera las frases de Tolstoi:

“Hay sobre la tierra millones de hombres que sufren: ¿por qué estáis al cuidado de mí sólo?”
León Tolstoi

“Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”.
León Tolstoi

Desde esta perspectiva es que se concibe la vida para dicho autor en donde la verdadera felicidad radica principalmente en desear lo que tenemos, pues finalmente es esto lo que necesito, y con esto es que vivo bien.

Realmente lo que Dios nos brindó es exacta y estrictamente lo que necesitamos, viéndose esto desde dos perspectivas fundamentales: lo espiritual y lo material; se evidencia entonces dos clases de personas según esta lógica de sucesos.

En primer lugar, aparecen las personas que van en busca de la felicidad dejando a un lado todo aquello que abarca el campo espiritual (religiosidad, valores, sentimientos); desean tener a toda costa un sin número de bienes materiales, que para ellos son lo más importante y con lo que pueden sobrevivir y obtener de esta manera el poder.

Las personas que siguen esta forma de pensamiento creen tener el poder, pero realmente este mundo materialista es el que lo tiene bajo su mando, pues están totalmente supeditados a esta forma de vida, que solo les proporciona satisfacciones corporales.

En segundo lugar, aparecen las personas que dejan a un lado todo lo material para entrarse a un mundo totalmente espiritual, es más, dejan a un lado su familia, creyendo y buscando un acercamiento total a Dios, y el convertirse en seres “buenos”, que predican el “bien”.

Desde esta perspectiva, se abandonan otros deberes, obligaciones y convicciones, dejándose dominar por lo espiritual en su máximo esplendor, en mucho casos no teniendo en cuenta todo lo que se encuentra a su alrededor y las personas que lo necesitan.

Es pues que aplicando el dicho popular, la mayoría de las personas, sino todas, están “buscando lo que no se les ha perdido”, es decir, buscan en todo lo que no tienen, algo que supuestamente los hace “felices”, convirtiéndose esto el camino a seguir y por donde fundamentar su vida.

Lo que se busca entonces, es que se dé un equilibrio, el cual consiste en asimilar y valorar lo que cada persona tiene, haciendo uso de esto para crear y recrear una propuesta de vida basada en la libertad de pensamiento y de decisión, en donde no se haga necesario recurrir a otros aspectos, de algún modo secundario, para poder llegar a la “felicidad”.

En síntesis, lo que siempre está en constante búsqueda en el hombre, es como hacer que el habitar en el mundo sea mucho mejor, propiciando la continuidad de la existencia humana, en donde los ideales propios y las metas propuestas de cada persona se cumplan; que el éxito toque la puerta de cada una de las casas; que no haya maldad ni desigualdad en el mundo; que la unión siempre sea el centro de todo vínculo afectivo y que finalmente, a través de todo esto sea una persona feliz.

El problema radica principalmente, no en el hecho de tener esta clase de perspectiva, sino de que el mundo en el que habitamos y las costumbres que poseemos no propician en ningún momento esta clase de ambientes; somos personas que casi que genéticamente vamos en busca y siempre queremos aquello que no tenemos, y más aún, que no necesitamos; es decir no somos capaces de vivir bien, es más, nunca estamos conformes; si conseguimos algo, siempre queremos tener más y más, la ambición es nuestra mayor guía, no solo tomando esto desde el punto de vista material, sino también desde otros puntos de vista, como se dijo anteriormente.

Además, tiene más el que sabe qué hacer con lo que tiene, que el que tiene muchas cosas y no sabe qué hacer con esto, y es ahí donde se identificará quien tomó el camino adecuado y quién el equivocado.




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